Sentado en el taburete, con la cabeza gacha estaba Roberto. Ebrio y silencioso allí inmóvil, se sentía inmensamente solitario a pesar de la gente se movía a su alrededor. De pronto una mano femenina tocó su hombro suavemente.
- Hola encanto.
- Lárgate zorra.
- Tienes muy mal genio para ser tan guapo.
- ¡ah! Perdona Miriam, o me había dado cuenta que eras tú.
- Pues vaya recibimiento para quien fuera sido.
- Pensaba que era una furcia buscando clientes.
- ¿Cómo?
- Nada cariño, que perdonado quedas.
- Que listilla eres. (comentó sonriente)
- ¿Y a que venía ese mal genio?
- Pues será el alcohol…
- ¿Y qué haces tan sólo aquí?
- Pues que no he avisado a nadie, he salido sólo.
- ¿Por qué?
- Porque tenía ganas de estar sólo, sin compañía.
- ¿Ni siquiera compañía femenina?
- No sé, supongo que no.
- ¿Cómo que no? ¿No te agrada mi compañía?
- No, no es eso, es que estoy algo preocupado.
- ¿Y eso?
- Pues por mi reciente ruptura, por algunas malas experiencias con mujeres que he tenido hace poco...
- Pero conmigo no te pasará nada malo cielo.
- Si, contigo no me pasó, lo recuerdo.
- Claro, y fue todo perfecto. ¿Quieres que lo repitamos?
- Joder, que directa.
- Directísima cariño, concisa y clara.
- Sí, bueno…
- ¿No te gusta?
- No, es decir, si, me encantan las tías directas.
- Pues eso, si ya nos conocemos de antes ¿Para qué perder el tiempo en tonterías?
- ¿Ahora mismo quieres?
- Si ¿Por qué no? Nos vamos a mi casa que está sola si te parece.
- Sí, pero es que ahora mismo…
- Estás borracho y decaído. (interrumpió ella)
- Si.
- Pues no te preocupes yo te levanto la moral y lo que haga falta.
- Supongo que no tengo elección.
- Si que tienes, pero la opción de quedarte aquí solo es bastante peor ¿no?
- Sí que lo es, si…
- Pues venga, vámonos a mi casa.
- No, a tu casa mejor no que me puede caer una gorda si nos pillan.
- Por mi edad.
- Evidentemente.
- A mí no me importa.
- Eso me he quedado claro, lo que no está tan claro es que tampoco le importe a alguien de tu familia.
- Ya comprendo. ¿Dónde vamos entonces?
- Pues a mi apartamento que está solo y no vendrá nadie.
- Como quieras. ¿Está cerca?
- Si, más o menos. Podemos ir andando y así me da el fresco.
- Sí, que te sentará bien. Vamos.
Miriam lo cogió de la mano y salieron del bar. Roberto la miró de arriba abajo al salir, su pelo rubio y su vestido rojo ondeaban con la brisa nocturna. La agarró con fuerza de la cintura y ambos se miraron sonrientes, ella era poco más alta que él, pero esto se acentuaba con sus tacones, a ninguno de los dos le importaba aquella tontería, aunque si les resultaba relativamente gracioso. Y con una sonrisa en la boca fueron andando juntos hasta el apartamento.
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