Acababan de cenar y estaban viendo la tele en el sofá, Alicia apoyaba su cabeza sobre el hombro de Roberto, dormida. Pero él estaba inquieto, se levantó sin decir nada y fue hacia la puerta, cogió su abrigo y las llaves de coche. Alicia se despertó y al verle intentó retenerlo.
- ¿A dónde vas?
- ¿A dar una vuelta?
- No me mientas, sé que vas a ir a por él.
- Pues claro, no puedo quedarme tranquilo y esto lo tengo que terminar ahora mismo.
- Pero Roberto…
- No hay nada más que decir.(interrumpió él)
- No vayas, ahora estás cabreado, será peor.
- Si, será peor pero para él.
- No vayas Roberto.
- Si que voy a ir, no puedes permitir esas cosas Alicia, se va a enterar…
- ¿Y qué vas a hacer? ¿Pegarle?
- Ya veremos lo que hago con ese gilipollas, se le van a quitar las chulerías.
- Mejor quédate aquí y mañana vas a donde quieras.
- Si me quedo aquí no dormiré tranquilo.
- Que sí, yo dormiré contigo y te acariciaré como hacía antes.
- No, eso sería doloroso para mi, demasiados recuerdos…
- Entonces…
- Entonces nada, voy a ir y no hay nada más que hablar.
- ¿Estás segura?
- Si.
- Pues venga. (le dijo agarrándola del brazo)
- Pero párate que me vista al menos.
- ¿Con que ropa si la que traías está empapada?
- Bueno, pues me pongo las zapatillas y voy aunque sea con el pijama.
- Venga y ponte el abrigo que hace frio.
Salieron del piso, Alicia iba tan solo con el pijama y el abrigo encima. Se montaron en el coche y Roberto condujo con prisa hasta su antiguo hogar. Llovía torrencialmente y la tormenta empeoraba por momentos. Roberto no mentó palabra en todo el camino, solo agarraba el volante y conducía con agresividad a pesar del riesgo añadido del temporal.
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