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08/03/11 19:45

Estaba oscureciendo, las luces del salón estaban apagadas y la tele encendida, pero nadie la miraba. Roberto estaba tumbado en el sofá mirando al techo, pensativo y triste como siempre. Recordaba a Alicia y la disputa reciente que tuvieron en la calle, sus palabras frías hacia él y en su cabeza no dejaba de rondar la misma idea. De pronto alguien llamó al timbre interrumpiendo su reflexión. Éste se incorporó y fue a abrir la puerta entre la oscuridad, sin encender luces. Era su hermano que lo miró preocupado nada más verle.
-          Hola Roberto ¿Qué haces con todas las luces apagadas?(dijo mientras entraba)
-          Nada, pasa y siéntate.
-          Vengo para ver cómo estás.
-          ¿Cómo voy a estar hermano?
-          Hombre, deduzco que no estarás tirando flores ni saltando pero a ver, tampoco se acaba el mundo.
-          Un mundo si, y empieza otro quizás.
-          Déjate de tonterías y habla claro. Me dijo Juan que tuvisteis una pequeña disputa el otro día.
-          Sí, me crucé con ella en la calle.
-          Con ella y con el tal Luis.
-          Si, ese se metió después en la conversación.
-          Pues menos mal que estaba Juan allí, sino igual te llevas una osita.
-          O dos.(replicó esbozando una leve sonrisa)
-          No te rías, que con lo que le dijiste era probable y estando borracho dudo que te defendieras bien.
-          Si, estaba bebido y sólo era para asustarlo, tampoco le voy a hacer nada hombre.
-          Pero no puedes decir esas cosas, luego así te tachan de loco psicópata.
-          Me da igual; si la hubieras visto, fría y distante como nunca, parece que no le importo nada ya, y eso me…
-          Pues tendrás que aceptarlo, no te queda otra.(interrumpió Vicente)
-          Antes la miraba y veía en sus hermosos ojos el deseo, su sonrisa llena de luz. Y ahora me mira y está vacía…
-          Pues pasa de ella y a lo tuyo.
-          Es que no puedo, no puedo olvidar una vida en un instante.
-          Claro que no, yo tampoco apruebo cómo ha hecho ella las cosas, pero tú no puedes hacer nada ya.
-          La quise como a ninguna y ahora no quiere saber nada de mí. Todo ha perdido su significado, no entiendo esa actitud.
-          Ya tampoco, pero así será menos duro quizás. Solo puedes respetar ese distanciamiento.
-          Si, y nada más. Solo puedo dejar que se aleje escondiéndose como una niña.
-          No todos los adultos se comportan como adultos. Pero bueno, que lo importante ahora es que no puedes seguir así.
-          ¿Así como?
-          Siempre por ahí borracho hasta las tantas.
-          No sé qué hacer.
-          Pues seguir tu vida, pero bien. Me han dicho que estás cada vez más huraño, reservado y solitario. Siempre por ahí solitario y no solo fines de semana.
-          ¿Qué más dará eso?
-          Pues que no sé cómo vas a trabajar con resaca.
-          Ya no tengo trabajo.
-          ¿Cómo que no?
-          Me echaron el mes pasado.
-          ¡joder Roberto! Es que estás liando el follón, te estás desmadrando y dejando que todo se hunda en la mierda.
-          Si ya estoy yo hundido ¿que más me da lo demás?
-          Pues nosotros, tus familiares y amigos, es tu vida tío, continúa tu vida.
-          No puedo, ella me ha expulsado de mi vida. No puedo volver a mi vida.
-          Pues sigue con tu nueva vida, da igual como lo quieras entender, pero es tu vida, no la dejas caer sin más.
-          Últimamente solo dejo que pase el tiempo.
-          Pues distráete con otras cosas, busca un trabajo nuevo y deberías dejar de beber tanto.
-          De beber y de todo… (farfulló entre diente)
-          ¿Qué dices?
-          Nada, nada que debería dejarlo todo.
-          No entiendo a que te refieres.
-          Nada, no me hagas caso. Continúa.
-          Mira, lo que vamos a hacer de momento es que te vengas a mi casa otra vez si quieres.
-          No, aquí estoy bien.
-          ¿Pero cómo lo vas a pagar si no tienes trabajo?
-          No te preocupes, ya saldrá algo. Mientras tanto tengo unos ahorros.
-          ¿Seguro?
-          Si, seguro.
-          Escucha, tengo una idea, el fin de semana que viene te puedes venir con nosotros.
-          ¿A dónde?
-          Vamos al pueblo de Sonia. A visitar a su familia.
-          ¿Y para que voy a ir yo a eso?
-          Hombre, no solo vamos a eso. Saldremos a los garitos de allí, conoces a sus amigas si quieres y todo eso, que te vendrá bien un cambio de aires.
-          Vale, espero que sean guapas. (dijo sonriente)
-          Pues claro hombre.
-          A ver que sacamos.
-          El viernes nos iremos, ten preparado lo que te vayas a llevar. (comentó levantándose)
-          ¿Ya te vas?
-          Si, es que venía con un poco de prisa, tengo cosas que hacer.
-          Bueno, como quieras.
-          Ya vendré mañana o pasado y echamos mas rato.
Roberto acompañó a su  hermano hasta la puerta y se despidieron. Luego volvió a oscuras al salón y se tumbó en el sofá de nuevo. Su hermano intentaba animarlo y ayudarlo, pero él se sentía hundido hasta el cuello en todo aquello, aunque no se lo podía decir, no se atrevía. Los recuerdos no dejaban de atormentar su cabeza: de Alicia, de sus problemas, de todo lo que había pasado y en lo que estaba metido, y la misma idea seguía rondándole la sesera…

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