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04/01/11 12:20

Dormía Roberto plácidamente en su antiguo cuarto, era el cuarto en el que dormían él y su hermano cuando pequeños, su madre lo había dejado tal como lo tenían cuando se fueron. De repente una mano lo despertó zarandeándolo algo bruscamente. Era su hermano Vicente.
-          Venga ya Roberto levanta que nos vamos.
-          ¿Qué nos vamos a donde?
-          Pues a mi casa, te vienes conmigo.
-          Anda ya hombre…
-          Que sí, que dejes a mamá y papá tranquilos y te vienes a mi casa.
-          Pero si aquí estoy bien Vicente.
-          Sí, y ellos te dirán que no pasa nada porque te quedes, pero es mejor que te vengas y los dejas aquí tranquilos que están ya mayores y no les das trabajo ni problemas.
-          ¿Qué problemas voy a dar?
-          Es que he hablado con mamá, dice que estás muy decaído, y si te vienes conmigo así no los preocuparás tanto.
-          Hombre, no voy a estar dando saltos después de esto. ¿Te ha dicho Sonia que estuve ayer allí? (dijo mientras se levantaba y comenzaba a vestirse)
-          Por eso he venido, me lo contó y no podía cruzarme de brazos hermano, así que te vienes allí que tengo un cuarto con una cama pequeña, lo limpiamos y te quedas allí hasta que te vayas al apartamento ese.
-          Bueno, si te empeñas me iré unos días para que te calles.
-          Es más, si hubiera llegado yo antes de que te fueras ayer no te hubieras ido, te hubiera obligado a quedarte. (explicó sonriente)
-          Si hombre, sin mis cosas ni nada. (Comentó mientras hacía la maleta)
-          Es igual, ya hubiéramos venido a por ellas.
-          Pero bueno, que me quedo nada que un par de semanas, el día 15 me voy al apartamento que es un ático.
-          Cómo mola, pues probablemente te venga bien un cambio de aires.
-          Supongo que sí. ¿Y mamá donde está? (preguntó al montarse asiento del copiloto)
-          Están comprando, los dos, pero ya se lo he dicho yo que te vienes y no hay problema. ¿No quieres conducir? (le preguntó mientras colocaba la maleta)
-          No, no tengo ganas.
-          Pues venga, vámonos. (dijo, y se pusieron en marcha)
-          Tendremos que venir a por mi coche, que tengo que trabajar el lunes…ya ves, me había pedido estos días de vacaciones para estar con ella y con la familia.
-          Bueno, con la familia si vas a estar.
-          Eso sí.
-          ¿Qué ha pasado realmente?
-          Pues no lo sé seguro, ella dice que es por su estado y que ya no es lo mismo…
-          Tonterías como siempre.
-          Supongo, no me parece que sea muy consciente de lo que le afecta el estado de depresión a lo que dice o piensa.
-          O a lo mejor sí que es demasiado consciente de lo que hace.
-          ¿A qué te refieres?
-          ¿No puede ser que le guste o esté con otro?
-          Pues la verdad es que lo he pensado, pero no me he atrevido a decirlo.
-          Ya sabes, no sería la primera que te hace eso.
-          No lo descarto
-          Puede que sea eso lo que esconde tanto misterio.
-          Siempre he querido creer que no era como las anteriores, y quisiera seguir creyéndolo.
-          Pero lo que creemos no es siempre la verdad, la última siempre lo es por “no ser como las demás”, pero si crees eso…
-          Pues cada día menos realmente…
-          Pues si es otro tío tendrás que asumirlo como siempre, cosa que ambos hemos tenido que hacer más de una vez. Y que sepas que estamos todos para lo que necesites y yo más.
-          Lo sé y lo agradezco hermano.
-          Aunque también podemos partirle le boca, pero eso no la devolverá a ti. (bromeó sonriente)
-          No, pero puede dejarnos a gusto ¿verdad? ¡Ja, ja! Yo no soy muy amigo de la violencia, ya lo sabes, además de que no admitiría que tu entraras en broncas.
-          Yo entro en donde haga falta y para lo que haga falta hermano. Además como yo soy más corpulento a mí no me pegan hombre, que soy tu escudo humano.
-          Bueno, pero ya bromas aparte, esas cosas no lo dejan a uno en buen lugar, siempre es mejor evitarlo.
-          No me dices nada nuevo, eso está claro hombre, pero que si hiciera falta…
-          Anda ya hombre, que yo soy pacifico.
-          Y yo, mientras no me toquen las bolas.
-          ¿Las bolas de billar?
-          Si, las de billar y el palo ¿no te jode?...
Entre bromas y cachondeo llegaron al domicilio de Vicente, sonrientes entraban los dos en la casa, Roberto se sentía mucho mejor, pasar unos días con su apreciado hermano lo mantendría de buen humor, sobre todo por las continuas bromas y chistes de ambos. Y Vicente había insistido en que se viniera a  sabiendas de ello y con esa intención.

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