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27/01/11 6:40

Roberto e Isabel habían quedado para salir esa noche, estaban solos y llevaban toda la noche bebiendo, la mayoría de los locales ya habían cerrado, otros empezaban a cerrar sus puertas y algunos incluso a abrirlas. Viendo esto decidieron ir a casa de Isabel a tomar la última copa allí.
-          Entra y siéntate, ahora te traigo algo.
-          Que no sea muy fuerte.
-          A ver que tengo.
-          Parece que te gusta el cine. (comentó Roberto ojeando las películas de la estantería)
-          Pues claro. (respondió ella desde la cocina)
-          Tienes una buena colección.
-          Tengo más, pero ahí están sólo las originales.
-          De todos modos hay bastantes, y buenas.
-          Gracias, me alegro de que te gusten (dijo entrando con la bebida)
-          Pues claro, son clásicos.
-          Espero que no te importe tomártelo sin hielo. (comentó mientras servía)
-          No pasa nada tía, con el frio que hace no haría ni falta.
-          Es que pensaba que tenía, pero resulta que se me ha olvidado.
-          No pasa nada. Ostias, si es Vodka.
-          Si, es lo que tenia.
-          Joder tía, prefería algo flojito que sino…
-          No te lo tomes si no quieres.
-          Bueno, es igual, esperemos que no me siente mal.
-          Volviendo a lo de antes… ¿Has ojeado mi colección entonces?
-          Si, eso te decía, que veo aquí muchos clásicos como El gabinete del doctor Caligari, Nosferatu, El hombre lobo, Drácula y White Zombie con Bela Lugosi y La novia de Frankenstein con su gran enemigo Boris Karloff.
-          Si, no se llevaban muy bien.
-          Las demás no las conozco mucho.
-          A mí es que me gusta bastante el cine de terror clásico.
-          Supongo que no he visto tanto ese tipo de cine como tú, pero Nosferatu de Friedrich Wilhelm Murnau es una que me encanta.
-          A mí también, en el setenta y nueve hicieron una versión que no me gustó.
-          Si, esa la he visto, tampoco me gustó mucho, aunque no está mal del todo.
-          La del veintidós de Murnau es que está muy bien.
-          A mí me gusta, pero personalmente pienso que la mejor adaptación que se ha hecho de la novela de Bram Stoker es la película del noventa y dos, Drácula, dirigida por Francis Ford Coppola.
-          No estaría yo totalmente de acuerdo con eso, pero bueno.
-          Mierda, creo que me estoy poniendo malo.
-          ¿Por mi comentario? (dijo riéndose)
-          No mujer, por el alcohol.
-          Pues no bebas más. Si quieres te puedes quedar a dormir aquí.
-          No, si son sólo mareos.
-          Claro, de la borrachera, pero que te puedes quedar.
-          ¿Y qué duermo en el sofá?
-          No seas gilipollas hombre, duermes conmigo, en mi cama.
-          Es que después de lo que nos pasó la ultima vez…
-          Ya te dije que no tenía importancia. Además, no tienes porqué quedarte para eso, puede ser sólo dormir.
-          Realmente hecho más de menos dormir acompañado que el sexo.
-          Que bonico, si en el fondo eres hasta sensible. (comentó sonriente)
-          Aunque hace poco estuve con una y fue todo perfecto.
-          Igual es que ya estás bien de ánimos, aunque mal de borrachera en este momento.
-          Por eso no estoy seguro si podré, y para volver a hacerlo mal mejor no lo hago.
-          Pues no hay problema, ahora mismo te doy una cosa que te quita toda la flojera de golpe.
-          ¿El qué?
-          Pues esto. (respondió sacando una bolsita blancuzca de su bolso)
-          ¿Eso es cocaína?
-          Si. ¿Pasa algo?
-          Pues que no pensaba que viniera a tu casa para drogarnos.
-          No hemos venido a eso, pero si necesitas espabilarte aquí lo tienes.
-          Nunca la he probado.
-          Es sólo para ponernos a tono antes, así no te preocuparás tanto.
-          Aquello fue por otra cosa encanto, no sé si esto…
-          Que no pasa nada hombre, tu pruébalo conmigo verás cómo va bien.
-          Bueno, pues a ver si funciona.
-          Voy a hacer un par de rayas, tú enrolla bien este billete mientras.
Isabel sacó una tarjeta y fue preparándolas sobre el cristal de la mesa. Al momento de metérselas ambos se espabilaron casi de golpe y se fueron bien animados a la habitación de Isabel, a fornicar salvajemente en su cama. Roberto se sentía eufórico, aquello funcionó, hizo efecto y su deseo sexual era intenso, el miedo a la frustración había desaparecido, las cosas que solían preocuparle parecían no afectarle en ese instante.

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