Roberto e Isabel habían quedado para salir esa noche, estaban solos y llevaban toda la noche bebiendo, la mayoría de los locales ya habían cerrado, otros empezaban a cerrar sus puertas y algunos incluso a abrirlas. Viendo esto decidieron ir a casa de Isabel a tomar la última copa allí.
- Entra y siéntate, ahora te traigo algo.
- Que no sea muy fuerte.
- A ver que tengo.
- Parece que te gusta el cine. (comentó Roberto ojeando las películas de la estantería)
- Pues claro. (respondió ella desde la cocina)
- Tienes una buena colección.
- Tengo más, pero ahí están sólo las originales.
- De todos modos hay bastantes, y buenas.
- Gracias, me alegro de que te gusten (dijo entrando con la bebida)
- Pues claro, son clásicos.
- Espero que no te importe tomártelo sin hielo. (comentó mientras servía)
- No pasa nada tía, con el frio que hace no haría ni falta.
- Es que pensaba que tenía, pero resulta que se me ha olvidado.
- No pasa nada. Ostias, si es Vodka.
- Si, es lo que tenia.
- Joder tía, prefería algo flojito que sino…
- No te lo tomes si no quieres.
- Bueno, es igual, esperemos que no me siente mal.
- Volviendo a lo de antes… ¿Has ojeado mi colección entonces?
- Si, eso te decía, que veo aquí muchos clásicos como El gabinete del doctor Caligari, Nosferatu, El hombre lobo, Drácula y White Zombie con Bela Lugosi y La novia de Frankenstein con su gran enemigo Boris Karloff.
- Si, no se llevaban muy bien.
- Las demás no las conozco mucho.
- A mí es que me gusta bastante el cine de terror clásico.
- Supongo que no he visto tanto ese tipo de cine como tú, pero Nosferatu de Friedrich Wilhelm Murnau es una que me encanta.
- A mí también, en el setenta y nueve hicieron una versión que no me gustó.
- Si, esa la he visto, tampoco me gustó mucho, aunque no está mal del todo.
- La del veintidós de Murnau es que está muy bien.
- A mí me gusta, pero personalmente pienso que la mejor adaptación que se ha hecho de la novela de Bram Stoker es la película del noventa y dos, Drácula, dirigida por Francis Ford Coppola.
- No estaría yo totalmente de acuerdo con eso, pero bueno.
- Mierda, creo que me estoy poniendo malo.
- ¿Por mi comentario? (dijo riéndose)
- No mujer, por el alcohol.
- Pues no bebas más. Si quieres te puedes quedar a dormir aquí.
- No, si son sólo mareos.
- Claro, de la borrachera, pero que te puedes quedar.
- ¿Y qué duermo en el sofá?
- No seas gilipollas hombre, duermes conmigo, en mi cama.
- Es que después de lo que nos pasó la ultima vez…
- Ya te dije que no tenía importancia. Además, no tienes porqué quedarte para eso, puede ser sólo dormir.
- Realmente hecho más de menos dormir acompañado que el sexo.
- Que bonico, si en el fondo eres hasta sensible. (comentó sonriente)
- Aunque hace poco estuve con una y fue todo perfecto.
- Igual es que ya estás bien de ánimos, aunque mal de borrachera en este momento.
- Por eso no estoy seguro si podré, y para volver a hacerlo mal mejor no lo hago.
- Pues no hay problema, ahora mismo te doy una cosa que te quita toda la flojera de golpe.
- ¿El qué?
- Pues esto. (respondió sacando una bolsita blancuzca de su bolso)
- ¿Eso es cocaína?
- Pues que no pensaba que viniera a tu casa para drogarnos.
- No hemos venido a eso, pero si necesitas espabilarte aquí lo tienes.
- Nunca la he probado.
- Es sólo para ponernos a tono antes, así no te preocuparás tanto.
- Aquello fue por otra cosa encanto, no sé si esto…
- Que no pasa nada hombre, tu pruébalo conmigo verás cómo va bien.
- Bueno, pues a ver si funciona.
- Voy a hacer un par de rayas, tú enrolla bien este billete mientras.
Isabel sacó una tarjeta y fue preparándolas sobre el cristal de la mesa. Al momento de metérselas ambos se espabilaron casi de golpe y se fueron bien animados a la habitación de Isabel, a fornicar salvajemente en su cama. Roberto se sentía eufórico, aquello funcionó, hizo efecto y su deseo sexual era intenso, el miedo a la frustración había desaparecido, las cosas que solían preocuparle parecían no afectarle en ese instante.
0 comentarios:
Publicar un comentario