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18/01/11 23:55

La noche era tranquila, había poca gente por la calle.  Apoyados en la barra del bar se encontraban Juan y Roberto que llevaban un buen rato allí tomando algunas copas mientras hablaban tranquilamente sobre la situación.
-          Te agradezco que hayas venido tío, ayer pasé un día malísimo en el trabajo.
-          Si anda, vas a pasar el día malo tras la caja del banco… (dijo sarcástico)
-          No hombre, no me refería físicamente.
-          Ya lo había entendido, era por bromear.
-          Pues eso, que he pasado el día pensando en ella.
-          Es normal tío.
-          Y en él.
-          Eso ya es más rarito… (comentó sonriente)
-          Bueno, en los dos juntos quería decir.
-          Si, te entiendo. ¿Lo sabe tu hermano?
-          No, no le he dicho nada. Probablemente liaría el follón.
-          ¿Quieres decir que le pegaría a alguien?
-          Que va, quiero decir que mínimo echaría una bronca a alguien.
-          ¿A ti?
-          No, a mi no, aunque la verdad es que él atinó al suponer que era ese el problema.
-          ¿Y por qué se escondía tanto?
-          Supongo que precisamente por eso, pensaría que iba a putearla si me enteraba.
-          Se cree el ladrón que son todos de su condición.
-          Tampoco pienso yo que se mereciera ninguna putada ella, fue bonito mientras duró, solo por eso no le haría nada.
-          Pues tu lo que tienes que hacer ahora es olvidarte de ella y pasarlo bien.
-          Lo intento, pero no dejo de pensar en si todo podría haber sido de otro modo.
-          Eso es poco relevante ahora, todo es lo que es y ya no hay vuelta atrás. Así que ahora ve quitándote las cosas de la cabeza.
-          Me cuesta.
-          Pues con priva…
-          Y mujeres. (interrumpió Roberto)
-          Eso es, priva y mujeres, la solución a todo, si puedes tener de las dos claro.
-          Poder puedo, que he sido bastante mujeriego…
-          Pues eso que tienes de ventaja, aún sabrás entonces si no has perdido práctica.
-          Pero si es que no tengo ánimos.
-          ¡Anda ya hombre! Tu tomate otra copa verás cómo te dan ánimos.
-          ¡Qué casualidad! Hablando de mujeres y ánimos… (dijo mirando a la puerta del bar)
-          ¿Qué pasa? (preguntó Juan girando la vista)
-          Esa que acaba de entrar.
-          Si, es verdad, vaya par que tiene.
-          No hombre, que la conozco.
-          ¿No será una tal Elena?
-          No, esa se llama Isabel, la conozco pero hace mucho que no la veía.
-          Pues ve a saludarla, yo me quedo aquí.
-          ¿Seguro?
-          Que si, tu a tu rollo.
-          Voy a saludarla y la traigo.
-          Como quieras.
-          Hola Isabel. (saludó Roberto acercándose a ella)
-          ¡Roberto! ¿Qué tal? No esperaba verte aquí.
-          Pues aquí estoy, hace tiempo que no nos vemos ¿Verdad?
-          Si, bastante. ¿Y qué tal todo?
-          Ya te contaré, ahora ven que te voy a presentar a alguien. (dijo mientras la agarraba de la mano y al llevaba hasta donde estaba Juan)
-          ¡Que pronto has vuelto! (bromeó Juan)
-          Este es mi amigo Juan. Ella es Isabel.
-          Encantada. (dijo dándole dos besos)
-          Bueno ¿Y qué haces tan sola por aquí? (preguntó Juan)
-          Pues como mañana trabajan casi todos he salido sola, pero me da igual.
-          Pues ya no estás sola, aquí tienes a mi amigo Roberto.
-          Y a Juan. (añadió Roberto)
-          No, a Juan no tronco, Juan se va a su casa.
-          ¿Pero qué dices hombre?
-          Eso mismo ¿Porqué te vas ya? (dijo ella)
-          Pues tú lo ha dicho antes Isabel, que mañana hay que trabajar y yo me voy ya.
-          Yo es que mañana no trabajo.
-          Yo sí, pero me da igual. Párate un rato hombre.
-          Claro, pero tú tienes que estar sentado y no es lo mismo. Mejor me voy (añadió con un guiño)
-          Ya capto… como quieras, nos quedaremos los dos solos.
-          Pues nos quedaremos solos, sin problema. (añadió Isabel)
-          Además que así la tienes para ti solito macho. (susurró Juan al oído de Roberto antes de irse)
Se marchó dejándolos solos, a Juan le daba igual tener que trabajar al día siguiente, sabía que Roberto no lo dejaría sólo para irse con ella si les surgía, pero pensó que así no tendría que tomar esa decisión y le sería más fácil la conquista, y probablemente dormiría acompañado. Así que se largó y los dejó a su aire por si acaso.

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