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19/01/11 13:20

Isabel estaba recostada junto a Roberto, con la cabeza echada sobre el pecho de él. Le acariciaba suavemente el torso mientras Roberto, silencioso miraba con la vista perdida. Al momento se giró sin decir nada.
-          ¿Estás preocupado por algo?
-          Para no estarlo.
-          No pasa nada, es normal.
-          ¿Tú te has quedado bien de todos modos?
-          Sí, yo estupendamente. ¿Y tú?
-          Pues yo… yo estoy bien, no tengo ni ganas.
-          Mejor, así me siento menos culpable de que te haya pasado eso.
-          Bueno, lo siento Isabel, es que…
-          No pasa nada, la verdad es que no es la primera vez que me pasa. (dijo echándose en su espalda)
-          ¿Sí?
-          Sí, me ha pasado otras veces, sobre todo las primeras veces que me voy con un tío, les suele pasar.
-          Será la falta de confianza…
-          Será eso, es normal. (comentó empezando a acariciarle la espalda con la punta de los dedos)
-          Sí, pero en mi caso no creo que sea sólo eso.
-          ¿Qué te pasa?
-          No me parece algo muy apropiado para contártelo.
-          No te preocupes, no eres el primero que me cuenta sus penas en la cama.
-          Pues mi novia me dejó hace poco y estoy algo decaído.
-          Supongo que eso es la razón del problema. No te preocupes, si los tíos se lían conmigo, me cuentan sus penas y luego vuelven con sus novias.
-          Yo no voy a volver con ella.
-          ¿Por qué no?
-          Pues porque no.
-          Bueno hijo, tus motivos tendrás.
-          Y más si se enterara de mis líos con mujeres
-          Pues que no te hubiera dejado.
-          Sería lo lógico, pero la lógica no es una de sus virtudes. Y más sabiendo cómo es con estas cosas…
-          No te preocupes, yo soy discreta, no somos adolescentes contando sus tonterías.
-          Era de suponer, a mí tampoco me parece cortés contar estas cosas. Aunque no las desmiento.
-          Es que las mentiras no son buenas…
-          Ya lo sé, pero son necesarias a veces.
-          No sé, depende.
-          Si, depende de cómo, cuándo y a quien. Y a veces no queda más remedio…
-          Bueno cariño, cambiando de tema… que si quieres podemos quedar otro día que estés más dispuesto.
-          Espero que sí, tengo tu número. Te llamaré si procede y a ver si te compenso.
-          Que no te preocupes por eso, no hace falta.
-          Para mi es significativo, es algo que se me da bien, y lo de hoy…
-          Pues ya me lo demostrarás otro día. (interrumpió ella)
-          Me alegro de oír eso.
-          Claro, me has caído bien, quedaremos otro día también.
-          Por mi encantado. Ya mismo me iré, que pronto será la hora de almorzar.
-          Vale, pero párate un ratito más aquí conmigo, que es agradable y yo no tengo prisa.
Roberto se giró y ella se volvió a colocar igual que antes, con la cabeza en su pecho. Así estuvieron un buen rato acariciándose el uno al otro silenciosamente, con el único sonido de sus respiraciones en el ambiente.  

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